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NUTRICIÓN Y ALIMENTOS NATURALES

NUTRICIÓN Y ALIMENTOS NATURALES


Cuando me planteé realizar este informe, la primera intención era crear un documento que sirviera de libro de cabecera, algo que tener siempre a mano para poder rápidamente obtener la información necesaria, para tratar de llevar un equilibrio dentro de nuestra alimentación y de nuestra salud, tanto física como mental. A su vez he procurado reunir toda la información posible sobre las cualidades y los prejuicios de los alimentos, y dar una explicación fehaciente de los componentes que hay en nuestro cuerpo, para tener una mayor noción de cómo se deben relacionar con la alimentación. 
         El presente informe, se ha realizado, después de la recopilación y comprobación  de multitud de datos y libros basados en medicina tradicional china, en concreto del Doctor Daniel Reid.
         Se ha tratado de realizarlo de la forma más específica posible, para una mayor comprensión, tanto de las diversas patologías, como de la descripción de las diversas cualidades de los alimentos.
         Espero que esta información pueda serviros para encontrar ese gran camino del equilibrio entre el cuerpo y la mente; y sobre todo para que aporte una mayor salud a vuestras vidas.


Fernando Lejarriaga Martínez.



 INDICE


Ø La combinación de los alimentos.
Ø Descripción de los alimentos.
Ø La inmunidad: “el departamento de defensa del cuerpo”.
Ø Elementos inmunosupresores.
Ø Suplementos alimenticios.
Ø Elementos nutritivos.
Ø Lactobacterias.
Ø Enzimas de los alimentos.
Ø Radicales libres.
Ø Los antioxidantes al rescate.
Ø Elementos nutritivos antioxidantes.
Ø Hierbas antioxidantes.
Ø Nootrópicos: mejor vida con la neuroquímica.
Ø Fármacos nootrópicos.
Ø Elementos nutritivos nootrópicos.
Ø Hierbas nootrópicas.
Ø Clasificación de los alimentos.
Ø Propiedades terapéuticas de los alimentos.
Ø Patologías orgánicas y tratamientos naturales:




·        Aparato digestivo: estómago, intestinos, hígado, vesícula biliar, páncreas.

·        Cólico, diabetes y pancreatitis, gastritis, obesidad, trastornos hepáticos, ulceras gástricas.

·        Aparato excretor: colon, riñones, vesícula biliar, ganglios linfáticos, piel.

·        Acné, granos, forúnculos. Alergias, apendicitis, artritis, cistitis, colitis, estreñimiento, fiebre, gota, hemorroides, nefritis, reumatismo, toxemia.

·        Aparato respiratorio: pulmones, bronquios, garganta, nariz, senos nasales.

·        Amigdalitis, asma, bronquitis, gripe, neumonía, resfriados, tos.

·        Aparato circulatorio: corazón, pericardio, vasos sanguíneos.

·        Anemia, angina de pecho, arteriosclerosis, presión sanguínea alta, jaqueca, varices, trastornos cardiacos.

·        Sistema nervioso. Cerebro, nervios, ojos.

·        Fatiga, insomnio, neuralgia, neuritis, trastornos oculares.

·        Aparato reproductor: genitales, glándulas suprarrenales, próstata, ovarios, testículos, útero, canal urogenital.

·        Esterilidad, leucorrea, trastornos menstruales, trastornos de la próstata.

·        Cáncer, herpes, SIDA.




 LA COMBINACIÓN DE LOS ALIMENTOS

            Una alimentación sencilla se digiere mejor. El aparato digestivo <reconoce> los alimentos cuando no están demasiado mezclados entre sí y forma los jugos digestivos adecuados a cada uno de ellos. Las enzimas o sustancias que actúan en la digestión de los nutrientes son diferentes para las frutas o las verduras, los cereales o los frutos secos, los lácteos o las legumbres.
           En su estado natural, los animales llevan una  alimentación sencilla y no mezclan varios platos en la misma comida. Lo mismo ocurre con los niños pequeños: cuando prefieren eliminar los tropiezos que sobran y comen sólo el arroz. Una comida sencilla es mucho más fácil de digerir y asimilar que otra con muchas mezclas.
           Las transformaciones que sufren los alimentos en el estómago e intestino durante la digestión son producidas por un grupo de sustancias o agentes químicos llamados enzimas, que están en los jugos digestivos. Las enzimas sólo actúan en condiciones favorables. De no ser así se ocasionan la fermentación y putrefacción de los nutrientes y la posterior intoxicación del organismo.
           Cada una de las enzimas que intervienen en la digestión produce su efecto sobre una clase de alimentos. Unas digieren los almidones, otras las proteínas y unas terceras las grasas. El reconocido fisiólogo ruso Pavlov demostró que cada tipo de alimento da lugar a una actividad particular en las glándulas digestivas. La capacidad de acción del jugo gástrico varía de acuerdo con los alimentos que se consumen. Por ejemplo, se forma un jugo ácido con la carne y uno casi neutro, con poco ácido clorhídrico, con el pan; es decir, varía su PH.
           Las mezclas en la misma comida de los alimentos
concentrados o de más costosa y larga digestión (pan, cereales, leche y sus derivados, legumbres, frutos secos, huevos y, por supuesto, las carnes y los pescados) dan lugar a una mala digestión. La fermentación y la putrefacción de sus componentes origina sustancias tóxicas que, al ser absorbidas, perjudican a todo el organismo. Se ocasionan entonces un sinnúmero de trastornos digestivos que intentamos aliviar con bicarbonato, medicamentos antiácidos y otros fármacos. Es decir, dañamos primero el estómago y el intestino y luego los intentamos aliviar.
           Las malas mezclas son, sin duda, una de las causas más importantes de enfermedades.
           Para evitar estos problemas aconsejamos una comida sencilla, sin muchas mezclas. Es mejor comer un poco más de lo mismo que añadir otros platos diferentes que dificulten el proceso digestivo. Al mismo tiempo, podemos aprender a comer de forma más compatible, teniendo en cuenta que algunas mezclas son más recomendables que otras. Estamos hablando de asociaciones de alimentos, de combinaciones correctas o compatibilidad de alimentos que faciliten la digestión de lo ingerido.
           Si, por ejemplo, mezclamos arroz con queso, legumbres con carne, frutos secos con leche, pan con legumbres, cereales con leche, huevos con queso, pescado con carne, etc; provocamos una mala digestión. Además, las mezclas de estos alimentos concentrados son mucho más perjudiciales cuando los ingerimos en grandes cantidades. Ello no ocurre con los alimentos más digeribles: verduras, hortalizas o frutas.

          Como regla general podemos elegir sólo un alimento concentrado en cada comida. Si añadimos otro diferente, que sea siempre en muy pequeñas cantidades. Si comemos una ensalada y unas verduras, podemos añadir unas patatas; otro día, pan, arroz o cereales; otro, unas pastas italianas o frutos secos; y alguna vez una legumbres o huevo.
           Además de las combinaciones correctas hay otros consejos a tener en cuenta: tomar alimentos crudos (ensaladas y frutas); no comer en exceso o sin hambre; eliminar embutidos, conservas, fritos, etc; masticar e insalivar bien los alimentos; no utilizar condimentos fuertes.
           Las combinaciones correctas ayudan a mejorar la digestión de los alimentos, pero tampoco es necesario romperse la cabeza pensando si se puede mezclar la lechuga con el tomate, por ejemplo. Para muchas personas será suficiente la información que aparece seguidamente sobre las combinaciones menos aconsejables.
           Los alimentos más ricos en almidón son los tubérculos (patata, boniato, batata...), los cereales (trigo, arroz, cebada, centeno, maíz...), las raíces (zanahoria, remolacha, nabo...), la castaña y la calabaza.
           El almidón de estos alimentos se digiere por una enzima secretada en las glándulas salivares: la ptialina o amilasa salivar. Ahora bien, el contacto con cualquier sustancia ácida impide la acción de esta sustancia. Los ácidos de los tomates, naranjas, limones, pomelos, manzanas ácidas, piña... son suficientes para impedir una buena acción de la ptialina salivar; ya no digamos los ácidos más fuertes del vinagre, bebidas alcohólicas, tomate frito...
           Cuando acompañamos los alimentos ricos en almidón con una sustancia ácida ya comienzan a no digerirse bien en la boca. A pesar de todo, continúa su digestión en el duodeno (primera porción de intestino delgado a la salida del estómago), bajo la acción de los jugos del páncreas. Pero cuando no se empieza una digestión en condiciones en los primeros tramos, difícilmente tendrá lugar una correcta digestión en los siguientes, y al cuerpo le resulta un gasto de energía extra. Cuanto más perfecto sea el trabajo en la boca, más aliviada quedará la tarea del páncreas y mucho mejor será la digestión del almidón. Por ello no se aconseja unir en la misma comida almidones (patatas, pan, arroz y otros cereales, castañas...) con fruta ácida, vinagre, tomate frito...
           Los alimentos más ricos en proteínas son los frutos secos, en
el siguiente orden de mayor a menor calidad: nueces, avellanas, almendras, pistachos, piñones, coco, pipas de girasol y calabaza... No hay que confundirlos con la fruta seca dulce (higos secos, uvas pasas, ciruelas pasas, dátiles, etc), que como su propio gusto indica, son ricos en azúcares; los derivados de la leche (leche, yogur, queso o requesón), los huevos, y finalmente los pescados y las carnes. También los cereales y las legumbres contienen bastantes proteínas.
           El investigador Chittenden demostró que el ácido clorhídrico libre, en un porcentaje de tan sólo el 0.003%, es suficiente para suspender la acción de la ptialina o amilasa salivar sobre el almidón, y que un ligero aumento de esa acidez no sólo detiene dicha acción, sino que destruye la enzima. Los alimentos ricos en proteínas son digeridos por la pepsina del estómago, pero esta reacción sólo puede llevarse a cabo en presencia de un medio ácido que es proporcionado por el ácido clorhídrico. Las condiciones de acidez requeridas para la digestión de las proteínas son las que impiden la acción de la saliva sobre los almidones.
           El fisiólogo Stiles afirma que la ptialina es extremadamente sensible al ácido. Puesto que el jugo gástrico es muy ácido es obvio que la digestión salivar debe detenerse en el estómago. No siempre el jugo gástrico es ácido, ya que cuando comemos los almidones solos o acompañados de verduras o grasas- y ésta es la mejor manera de comerlos - el jugo formado en el estómago es alcalino. En esas condiciones, la ptialina o amilasa salivar trabaja de forma óptima en la digestión de los almidones.
           Como vemos, las proteínas requieren un medio ácido para su digestión, mientras que los almidones, por el contrario, lo necesitan alcalino. Si comemos un alimento proteico (carne, pescado, huevo y queso, en especial junto con un almidón (los de más difícil digestión son los cereales), se vierte enseguida un jugo gástrico para digerir la proteína, y debido a esa acidez, la digestión del almidón queda inhibida de forma inmediata. La ptialina no puede actuar y surge la mala digestión. Ejemplos de esta mala combinación son sobre todo: pan, arroz o patatas con carne o pescado con leche, huevos fritos con pan, carne y pescado en la misma comida... Las combinaciones más suaves de este grupo son algo tolerables si las tomamos en pequeñas cantidades: patatas y frutos secos, patatas con verduras y un poquito de queso...
         
  La digestión del almidón comienza normalmente en la boca con la saliva y continúa durante algún tiempo en el estómago, si las condiciones son adecuadas. Los azúcares sólo se digieren en el intestino delgado. Cuando tomamos azúcares solos, pasan rápidamente del estómago al intestino. Si los tomamos con otros alimentos, permanecen en el estómago por algún tiempo, hasta que se completa la digestión del resto de los alimentos. Como los azúcares tienden a fermentar muy rápidamente en las condiciones de calor y humedad que existen en el estómago, ese tipo de espera casi garantiza su fermentación.
           Las mermeladas, compotas, azúcares industriales (blanco, moreno o fructosa) o la miel, añadidas al pan, galletas, pasteles, cereales, etc, producen fermentación. El pan relleno de pasas, dátiles, ciruelas pasas o higos fermenta con mucha facilidad.
           Se ha comprobado, además, que al ingerir azúcar con almidón se obstaculiza infaliblemente la digestión de este último.
           Algo similar a lo anterior ocurre con esta combinación. El azúcar fermenta con facilidad esperando que las proteínas se digieran en el estómago y además, se frenan la formación de los jugos gástricos y la actividad del estómago.
           El profesor Mc. Leod dice: <Se ha demostrado que la grasa ejerce una marcada influencia inhibiendo la secreción del jugo gástrico. La presencia de grasa en los alimentos disminuye la secreción gástrica y frena la digestión de las proteínas. Las carnes grasas son de muy difícil digestión>.
           Los alimentos como la mantequilla, la nata, los aceites y las salsas con mucha grasa no deberían ser consumidos junto con frutos secos (nueces, avellanas, almendras...), quesos, huevos, carne y pescado.
           Es bueno saber que las verduras en abundancia, especialmente crudas (ensaladas), contrarrestan los efectos negativos de la grasa.
           La unión en la misma comida de diferentes alimentos ricos en proteínas dificulta una buena digestión. Si en la misma comida introducimos carne y queso; frutos secos y carne o pescado; huevos y pescado; huevos y leche; carne y pescado; queso y frutos secos, etc, aseguramos una mala digestión.
           Al mezclar las proteínas sobrepasamos además con facilidad la necesidad del organismo por este elemento. El exceso de proteínas es perjudicial para el cuerpo y puede favorecer la obstrucción de los vasos sanguíneos y dar lugar a sustancias muy tóxicas: urea, ácido úrico, etc.
           Otra combinación importante a tener en cuenta es la de no mezclar fruta ácida con fruta muy dulce en la misma comida. De lo contrario provocamos una fermentación y mala digestión, ya que necesitan una digestión diferente. Un ejemplo muy claro sería mezclar higos secos con naranjas.
     
      El melón y la sandía son alimentos que necesitan escasa digestión en el estómago y cuando los tomamos solos pasan en pocos minutos al intestino. Cuando los ingerimos con otros alimentos son retenidos en el estómago, donde fermentan y producen gases. Si comemos melón con jamón, nos sientan mal el jamón y la mezcla, no el melón.
           Los postres se suelen tomar siempre después del resto de los alimentos, una vez que se ha comido hasta la saciedad y frecuentemente más de lo que uno realmente necesita. Estos postres, que consisten normalmente en pasteles, tartas, natillas, helados, frutas dulces, etc, fermentan, ocasionan gases y nos trastornan el estómago. Es mejor comerlos solos, a media tarde, con una infusión suave, por ejemplo.
           Quiero dejar constancia de que el tema de las combinaciones alimenticias, aun siendo un punto importante, se sitúa por detrás de otras recomendaciones alimenticias. Antes de conocer y practicar al menos un poco de lo visto en este apartado, recomendamos hacer una comida sencilla, elegir alimentos <vivos> (frutas y verduras), comer despacio y en tranquilidad, sentarnos en la mesa olvidando las preocupaciones de la vida diaria, iniciar la comida con alimentos crudos, comer de la forma más consciente podible, elegir alimentos de buena calidad, eliminar los alimentos perjudiciales para la salud, descansar lo más posible después de comer, masticar y ensalivar bien los alimentos, no comer sin hambre, no comer en exceso sino levantarnos ligeros de la mesa. Todas estas recomendaciones son más importantes que el hecho de respetar las compatibilidades.
           Para aquellos que se inician en una alimentación sana es suficiente, en un principio, hacer una comida lo más sencilla posible, sin muchas mezclas de alimentos, y eligiendo un alimento concentrado por vez. Si elegimos dos diferentes, que de uno de ellos haya poca cantidad. Recordemos siempre que es mejor comer dos platos que siete platos, el postre, la copa y el puro. Esto último es garantía de mala digestión y de mala salud.
           Debemos tomarnos el tiempo suficiente para conocer y probar poco a poco las compatibilidades más importantes, sin prisas y sin exigirnos demasiado. El mismo cuerpo nos indicará la buena o mala asociación de alimentos. Cuando hacemos muchas mezclas y mal combinadas, sufriremos con más frecuencia trastornos digestivos, gases intestinales, pesadez digestiva, etc. Es otra manera de aprender... por exclusión.
           Si queremos aplicar todo de repente, correremos el peligro de no entender nada y nos sentiremos mal por no llevar bien las combinaciones. Para evitarlo, podemos, en un principio, intentar hacer una comida sencilla, en la que haya alimentos fáciles de digerir. Elegiremos sólo un alimento concentrado en cada comida o como mucho dos, y uno de ellos es muy poca cantidad: pan, patatas, arroz y otros cereales, frutos secos, derivados lácteos (yogur, cuajada, queso fresco, requesón), huevos, legumbres... La comida debe ser algo <ágil> y agradable, aunque en un principio nos cueste el cambio. No necesitamos sentirnos mal ni culpabilizarnos por no llevarlo mejor. Poco a poco recorremos el camino y aprenderemos no sólo lo que nos va bien, sino también algo tan importante como la actitud ante la mesa. La mesa es un lugar de encuentro, un momento para compartir y agradecer, no para tragar y rellenar el hueco del estómago.



Dr. Karmelo Bizkarra.


DESCRIPCIÓN DE LOS ALIMENTOS



AZÚCAR


         Sin lugar a dudas, el azúcar es actualmente una de las substancias más peligrosas del mercado de la alimentación. Nos referimos a la sucrosa, que es el producto blanco y cristalino obtenido por refinamiento de la caña de azúcar o la remolacha, a las que se le despoja de todas sus vitaminas, minerales, proteínas, fibras, agua y otros elementos sinérgicos. El azúcar blanco es un producto químico procesado industrialmente que no se encuentra en la naturaleza y que no es apto para el consumo humano. Hay otros azúcares que si son substancias naturales y tienen valor nutritivo: la fructuosa, presente en la fruta y la miel; la lactosa, presente en la leche, y la maltosa, presente en los cereales. El azúcar crudo es una variedad basta, marrón y pegajosa que se obtiene reduciendo mediante hervor el jugo de caña completo, y es también un alimento integral, muy difícil de encontrar en el mundo occidental. El denominado <azúcar moreno>, que se vende en los supermercados no es más que azúcar blanco refinado al que se le ha vuelto a poner algo de melaza para darle color y sabor; no es un alimento sano.
         El azúcar es inmunosupresor, ya que induce al páncreas a producir una cantidad anormalmente grande de insulina, que es la hormona necesaria para descomponer el azúcar. La insulina se queda en el torrente sanguíneo hasta mucho después que se ha metabolizado el azúcar, y uno de sus principales efectos secundarios es suprimir la liberación de la hormona del crecimiento en la glándula pituitaria. La hormona del crecimiento es un importante regulador del sistema inmunitario, de manera que
cualquier persona que consuma mucha azúcar diariamente va a experimentar una grave carencia de hormona del crecimiento y la consiguiente inmunodeficiencia causada por la presencia constante de insulina en la sangre. Además, debido a su estructura química no natural y a los residuos de productos químicos contaminantes usados en el proceso de refinamiento, el sistema inmunitario trata el azúcar como a un agente tóxico extraño. Así pues, el azúcar activa una reacción inmunitaria innecesaria a la vez que suprime la función inmune debilitando así el sistema inmunitario con una espada de doble filo.
         El azúcar es el principal culpable de muchas enfermedades y trastornos degenerativos. Puede causar diabetes y es un importante factor causal de la candidiasis, dos enfermedades que son epidémicas en el industrializado mundo occidental. Dado que el azúcar está totalmente desprovisto de elementos nutritivos, el cuerpo ha de <pedir prestado> a sus propios tejidos las vitaminas, los minerales y los otros elementos sinérgicos que necesita para metabolizarlo. El abundante consumo de azúcar provoca, por lo tanto, una constante extracción de elementos nutritivos del cuerpo. Pruebas recientes sugieren que el azúcar causa caries dentales no tanto por su contacto con los dientes sino porque les quita el calcio de su interior. El azúcar agota la provisión de potasio y magnesio del cuerpo, minerales necesarios para el buen funcionamiento del corazón, y es, por lo tanto, un factor importante en las enfermedades cardiacas. Esta pérdida de elementos nutritivos causada por el azúcar puede dar origen a intensos deseos de comer y a atracones de comida, ya que el cuerpo busca reabastecerse de los elementos nutritivos <robados> por el azúcar.
         Muchas personas consumen mucho más azúcar del que sus cuerpos son capaces de trasformar en energía. Cuando esto ocurre, el hígado convierte el excedente de azúcar en moléculas llamadas triglicéridos, y las almacena en forma de grasa, o bien produce colesterol de los subproductos del azúcar y los deposita en las venas y arterias. El azúcar es pues un importante factor causal de la obesidad y la arteriosclerosis.
  
       El azúcar es una substancia adictiva. En su libro Sugar Blues (Nostalgia del azúcar), William Duffy escribe: <La diferencia entre la adicción al azúcar y la adicción a los narcóticos es en gran parte cuestión de grados>. Dejar bruscamente el azúcar produce invariablemente el tipo de síntomas de abstinencia que producen las drogas narcóticas: cansancio, lasitud, depresión, mal humor, dolores de cabeza, dolores en las extremidades. Su naturaleza adictiva también queda reflejada en el consumo actual de azúcar en Estados Unidos: un promedio de 59 kg de azúcar por persona y por año, o alrededor de 150 gramos diarios. Esto se puede calificar de <abuso> de la substancia. Muchas personas ni siquiera saben cuánto azúcar toman al día porque la mayor parte está oculto en otros alimentos. Una lata normal de 34 cl de una gaseosa, por ejemplo, contiene unas 9 cucharaditas de azúcar blanco refinado.
         El consumo de azúcar en Estados Unidos es tan elevado que se lo ha llegado a considerar una de las causas principales de conflictos sociales, sus perniciosos efectos sobre la conducta se evidencian sobre todo, en los niños; la frecuencia de graves trastornos de comportamiento y de problemas de aprendizaje va en aumento. En un reciente estudio dirigido por el doctor C. Keith Connors, del Hospital de Niños de Washington, D.C, se estableció una relación fatal entre el consumo de azúcar con hidratos de carbono (por ejemplo, cereales para el desayuno, pasteles, galletas) y el comportamiento violento, la hipertensión y las dificultades de aprendizaje. En otros estudios, la violencia crónica en las cárceles se redujo notablemente por el simple hecho de eliminar de las dietas de los presos el azúcar refinado con féculas. En 1991, se prohibió en Singapur la venta de bebidas gaseosas azucaradas en todas las escuelas y centros juveniles, alegando el peligro que plantea el azúcar a la salud mental y física de los niños.
         Si usted o sus hijos son golosos, pueden satisfacer fácilmente el gusto por lo dulce preparando exquisiteces con miel, melaza y malta de cebada, que no sólo son dulces sino también nutritivas y beneficiosas terapéuticamente.



GRASAS


         Los mitos médicos acerca de las grasas han llevado en los últimos años a millones de occidentales a hacer locuras dietéticas autodestructivas. Las grasas naturales no adulteradas no sólo son nutritivas sino que, gramo por gramo, contienen muchísima más energía que ningún otro tipo de alimento de la tierra, lo cuál las convierte en el combustible más eficiente para la transformación alquímica de esencia en energía. Las grasas naturales contienen elementos nutritivos absolutamente esenciales para el correcto funcionamiento del cerebro, del corazón y del sistema inmunitario; pese a este hecho, la medicina occidental, junto con los medios de información y la industria de alimentos procesados, han condenado a las grasas naturales de asesinas, recomendando que todos nos volvamos hacia los productos de <bajo contenido graso> o <sin grasa>, en los cuales se han reemplazado las grasas naturales por aceites vegetales hidrogenados.
         En primer lugar vamos a ver por qué el cuerpo necesita grasas y cómo las utiliza, y después echaremos un vistazo a los sustitutos artificiales.
         Las grasas naturales, como la mantequilla, los aceites de
frutos secos y los aceites de pescado, contienen importantes elementos nutritivos llamados<ácidos grasos esenciales>, necesarios para muchos procesos metabólicos y actividades vitales del organismo. Por este motivo se llaman <esenciales>, porque el cuerpo no puede funcionar correctamente sin ellos. Entre otras cosas, los ácidos grasos son necesarios para construir y reparar las membranas celulares, sobre todo en las células del cerebro y nerviosas y en los glóbulos blancos, y para mantener limpios y lubricados los vasos sanguíneos. Dos de ellos, los ácidos linoleico y linolénico, no pueden ser sintetizados en el cuerpo, por lo cual han de obtenerse de fuentes alimenticias. Según el doctor Cass Igram, uno de los principales científicos en nutrición de Estados Unidos, prácticamente todos los estadounidenses sufren de carencia de ácidos grasos esenciales.
         Las grasas son casi el doble de eficientes para producir energía que cualquier otro tipo de alimento, incluidos los hidratos de carbono complejos y los azúcares naturales. La transformación de esencia en energía de las grasas tiene lugar en pequeñísimas centrales energéticas que hay en el interior de cada célula, llamadas mitocondrias, las cuales prefieren la grasa por encima de todos los demás combustibles. Pero la grasa ha de ser natural y no adulterada para que produzca energía celular utilizable. Eso significa mantequilla, carne, pescado, frutos secos, semillas y aceites prensados en frío. La dieta esquimal tradicional consistía en montones de grasa cruda procedente de ballenas, focas y pescado, y jamás hubo problemas de arteriosclerosis ni enfermedades cardiacas entre los esquimales hasta que cambiaron las grasas naturales por los alimentos procesados estadounidenses, preparados con aceites vegetales hidrogenados, azúcar y féculas refinadas. Los japoneses también consumen mucho aceite de pescado crudo y natural preparado en forma de sashimi y sushi, que contiene abundante cantidad de aceites grasos esenciales. El aceite de oliva prensado en frío ha sido el pilar de las dietas mediterráneas durante miles de años, y estos países son famosos por el índice relativamente bajo de cáncer y enfermedades cardiacas. En China se usaban tradicionalmente los aceites de sésamo (ajonjoli) y de cacahuete prensados en frío para cocinar y preparar condimentos; en la India los ácidos grasos esenciales se obtienen por el abundante consumo de mantequilla clarificada llamada ghi.
         Durante la Segunda Guerra Mundial escaseó la mantequilla; los químicos estadounidenses hicieron experimentos con aceites vegetales para obtener un sustituto y fue de esta forma como aparecieron la margarina y la <manteca>. Esto lo hicieron calentando diversos aceites vegetales a temperaturas superiores a los 260 grados centígrados, después bombeándoles hidrogeno y añadiendo níquel como catalizador para endurecer el producto. El resultado de esta brujería química es una grasa sólida con una estructura molecular muy similar a la del plástico.
         Cuando se eliminan de la dieta las grasas naturales para reemplazarlas por aceites hidrogenados, el cuerpo se ve obligado a utilizar esas moléculas grasas desnaturalizadas en lugar de los ácidos grasos esenciales que faltan en la dieta. Los glóbulos blancos, que son los pilares del sistema inmunitario, dependen particularmente de los ácidos grasos esenciales. En su libro Eat Right or Die Young (coma bien o muera joven), el doctor Igram describe lo que le sucede a los glóbulos blancos cuando los aceites hidrogenados reemplazan a las grasas naturales en la dieta. He aquí un extracto:
         " Estas células incorporan a sus membranas las grasas hidrogenadas que comemos. Cuando esto ocurre, los glóbulos blancos se vuelven perezosos para funcionar y sus membranas se ponen realmente rígidas. De esa manera, los glóbulos blancos se transforman en malos defensores contra la infección. El cuerpo queda entonces totalmente abierto a todo tipo de trastornos del sistema inmunitario. El cáncer, o las infecciones por hongos, bacterias y virus pueden entrar y ganar terreno con más facilidad. De hecho, una de las manera más rápidas para paralizar el sistema inmunitario es comer diariamente importantes cantidades de alimentos fritos en abundante aceite, o grasas como la margarina. No es de extrañar que un elevado consumo de margarina, manteca y de otras grasas hidrogenadas esté relacionado con un mayor índice de diversos tipos de cáncer".
  
       Y no sólo del cáncer, el consumo regular de productos de acites hidrogenados, entre ellos las natas y cremas no lácteas para postres, y prácticamente todos los alimentos procesados y envasados, está íntimamente asociado con un mayor riesgo de arteriosclerosis, enfermedades cardiacas y autoinmunes, candidiasis e hipertensión.
         El corazón simpatiza particularmente con las grasas naturales como combustible; las células cardiacas son especialistas en la transformación de la grasa en energía. Pero para hacerlo, se precisa que un elemento nutritivo llamado <carnitina> lleve las grasas a las células para su combustión. <Las grasas no se pueden quemar correctamente sin una adecuada cantidad de carnitina>, escribe el doctor Igram.
         La carnitina es un aminoácido sintetizado en el hígado a partir de otros dos aminoácidos, la lisina y la metionina, los cuales se han de obtener de los alimentos. Si se tiene suficiente provisión de carnitina se pueden consumir todas las grasas naturales que se deseen, porque la carnitina ayuda a quemarlas, sobre todo en el corazón, que nunca descansa. En la terminología de la ciencia de la nutrición moderna, el hígado suple la carnitina y la grasa que el corazón quema para producir energía.
         Las fuentes alimenticias más ricas en carnitina son el cordero (sobre todo las partes grasas), los órganos de otros animales (sobre todo el hígado y el corazón), el pescado, los aguacates y el germen de trigo. Las mejores fuentes de ácidos grasos esenciales son los peces marinos de aguas profundas como el atún y el salmón, los animales de caza, los aguacates, las almendras, las nueces (pecanas), los piñones y las semillas de calabaza y girasol. Los mejores aceites de cocina son el de oliva, maíz, girasol, sésamo y cártamo prensados en frío. El ghi o mantequilla aclarada es mejor que la mantequilla corriente para cocinar, porque soporta temperaturas más altas sin sufrir daño. Evite todos los productos elaborados con aceites hidrogenados o parcialmente hidrogenados, entre ellos la mayonesa comercial, los aderezos para ensalada envasados, la margarina, la manteca y prácticamente todos los alimentos procesados.



PRODUCTOS LÁCTEOS


         La leche de vaca está hecha para los terneros, y los bebés humanos están hechos `para beber la leche materna hasta que se los destete. La naturaleza ha hecho ambos tipos de leche en conformidad con los aparatos digestivos correspondientes. Es un hecho científicamente documentado que los terneros alimentados con leche pasteurizada de su propia madre normalmente no viven más de seis semanas, así pues, es evidente que la leche de vaca pasteurizada no es un alimento sano, completo ni sustentador de vida para los terneros, y mucho menos para los seres humanos. Sin embargo, los adultos humanos no sólo alimentan a sus bebés con está secreción animal desnaturalizada sino que también la consumen ellos mismos.
         El contenido de proteínas que se encuentra en la leche de
vaca es cuatro veces el de la leche humana, y el contenido de hidratos de carbono es la mitad; la pasteurización destruye la encima natural de la leche de vaca que es necesaria para digerir su elevado contenido proteínico. Este exceso de proteína láctea, por lo tanto, se pudre en el tracto digestivo humano y obstruye los intestinos con un lodo viscoso, algo del cual pasa al torrente sanguíneo. Cuando  este lodo putrefacto se acumula debido al consumo diario de productos lácteos, el cuerpo expulsa algo a través de la piel (acné, manchas) y los pulmones (catarro) y el resto se pudre dentro, forma mucosidades que crían infecciones, provoca reacciones alérgicas y endurece las articulaciones con depósitos de calcio dejándolas rígidas. Muchos casos de asma crónica, alergias, infecciones de oídos y acné se han curado totalmente con la simple eliminación de todo producto lácteo de la dieta.
         Los productos de leche de vaca son particularmente dañinos para las mujeres. La leche ha de salir del cuerpo de la mujer, no entrar en él. Los debilitadores efectos de la leche de vaca pasteurizada en la mujer se agravan aún más por las hormonas sintéticas que se inyectan en las vacas para aumentar la producción de leche. Estas substancias químicas hacen estragos en el delicado equilibrio del sistema endocrino femenino. En su libro Food and Healing, la terapeuta dietista Annemarie Colbin explica así el desastre  lácteo para las mujeres:
         " El consumo de productos lácteos (leche, queso, yogur, helado) parece estar fuertemente asociado a diversos trastornos del sistema reproductor de la mujer, entre ellos, tumores y quistes ováricos, secreciones e infecciones vaginales. Veo esta relación confirmada una y otra vez por las innumerables mujeres que refieren la disminución o desaparición de esos problemas después de haber dejado de consumir productos lácteos. Sé de tumores uterinos benignos que se han expulsado o disuelto, de cáncer cervical detenido, de irregularidades menstruales corregidas... Incluso varios casos de esterilidad parecen haber quedado resueltos por este método".
         Muchas mujeres, como también hombres, consumen productos lácteos porque sus médicos les han dicho que es una buena fuente de calcio. Ese es un consejo erróneo. Es cierto que la leche de vaca contiene 118 mg de calcio por cada 100 gr, frente a los 33 mg por cada 100 gr que contiene la leche humana. Pero la leche de vaca también contiene 97 mg de fósforo por cada 100 gr, frente a los 18 mg de la leche humana. En el tubo digestivo, el fósforo entra en combinación con el calcio y de hecho obstruye su asimilación. Según el doctor Frank Oski, presidente del Departamento de Pediatría del centro Médico Interior de la Universidad estatal de Nueva York en Siracusa:  <Como fuentes primarias de calcio sólo han de emplearse alimentos cuya proporción calcio-fósforo sea de 2/1 o mayor>. La proporción calcio-fósforo en la leche humana es de 2,35/1, y en la leche de vaca sólo de 1,27/1. La leche de vaca también contiene 50 mg de sodio por cada 100 gr, frente a los 16 mg de la leche humana, de manera que probablemente los productos lácteos son una de las fuentes más comunes del exceso de sodio en la dieta occidental moderna.
         Además, la leche de vaca no es una fuente de calcio tan
buena como otros alimentos mucho más digeribles y sanos. Comparemos los 118 mg de calcio en 100 gr de leche de vaca con la cantidad de calcio en 100 gr de los siguientes alimentos: almendras (254 mg), brócoli (130 mg), col (187mg), semillas de sésamo (1,16 gr), algas kelp (1,09 gr) y las sardinas (400 mg).
         En cuanto a la osteoporosis, producida por carencia de calcio, la causa de esta carencia no es tanto la ausencia de calcio en la dieta como los factores dietéticos que disuelven el calcio de los huesos y dientes, sobre todo el azúcar. El azúcar, la carne, los hidratos de carbono refinados y el alcohol son la causa de un constante estado de acidosis en la sangre, y se sabe que la sangre ácida disuelve el calcio de los huesos. La mejor manera de corregir la osteoporosis es consumir los alimentos no lácteos ricos en calcio mencionados en el párrafo anterior, a la vez que reducir o eliminar totalmente de la dieta los alimentos acidificantes ladrones del calcio. Un suplemento diario de 3 mg del mineral boro también pueden contribuir a que los huesos asimilen y retengan el calcio.
         Si de todas maneras desea continuar consumiendo productos lácteos, su mejor elección es la leche de cabra, cuya composición y equilibrio nutritivos se aproximan a los de la leche humana. Los únicos derivados de al leche de vaca que no ofrecen riesgos son la mantequilla fresca, que es grasa digerible y el yogur fresco hecho con levadura viva, que está predigerido por las lactobacterias, pero incluso estos productos es mejor consumirlos con moderación y preparados, de preferencia, con leche cruda sin pasteurizar.



CARNE


         El porcentaje de calorías obtenido de la carne es muchísimo mayor en Occidente que en Oriente, y eso se nota en el cutis así como en la grasa y el olor corporales de occidentales y orientales. La carne es enormemente acidificante, calorífica y putrescible.
         El mayor problema de la carne en la dieta estadounidense común es la omnipresente contaminación de la carne vacuna con antibióticos y hormonas esteroides. Alrededor del 40 por ciento de todos los antibióticos que se producen en Estados Unidos están destinados al ganado y otros animales de granja, y éstos pasan al consumidor a través de cada hamburguesa, bistec y otros productos elaborados con carne vacuna estadounidense. Este consumo diario de antibióticos deprime el sistema inmunitario y es un factor importante que contribuye a la aparición de la inmunodeficiencia adquirida.
         Además de antibióticos, al ganado vacuno estadounidense
también se le suministra hormonas sintéticas para acelerar el crecimiento, aumentar los depósitos de grasa, poner en celo a manadas enteras de vacas al mismo tiempo para el apareamiento, aumentar la producción de leche, e inducir abortos en las vacas preñadas que van camino del matadero. Se cree que estas hormonas son las responsables del alto índice de cáncer de mama y de ovarios, así como de la pubertad prematura en los niños. Dado que las hormonas esteroides inducen al ganado a aumentar rápidamente la grasa, es lógico suponer que también producen obesidad en las personas que consumen la carne y la leche de estos animales contaminados. Esto es especialmente cierto para el caso de los niños en crecimiento y hay una realidad que lo confirma; siempre que una gran cadena de establecimientos de comida rápida en que se ofrece carne y leche vacuna comienza a operar en países asiáticos, los niños, en otros tiempos sanos, empiezan a mostrar todos los signos de mala salud crónica que afecta a los niños estadounidenses: obesidad, acné y espinillas, infecciones respiratorias, pubertad prematura y anormalidades en el comportamiento.
         El ganado vacuno estadounidense también asimila todos los herbicidas, pesticidas y fertilizantes químicos que se usan para hacer crecer los pastos que están obligados a comer, y un elevado porcentaje de estas desventuradas criaturas ya llegan al matadero acribilladas por tumores cancerosos y tuberculosis. Todos estos venenos pasan directamente al consumidor, de manera que si usted come buey, cerciórese de que ha sido criado biológica u orgánicamente, es decir, sin drogas ni hormonas y alimentados preferiblemente en dehesas y no en corral.
         Por diferentes razones, el cerdo es una mala elección a la hora de escoger la carne que va a consumir. El cerdo es un animal omnívoro y por eso su carne es aún más acidificante que la del resto de los animales. Por otro lado, la carne de cerdo le impone un gran trabajo al hígado, ya que su grasa es difícil de digerir. Los investigadores canadienses han establecido una estrecha relación entre la cirrosis hepática y el consumo de carne de cerdo tras haber estudiado 16 países diferentes. En aquellos en los que además la carne de cerdo se acompaña con alcohol (cerveza y salchichas, vino y escalopes, etc), la probabilidad de cirrosis hepática se multiplica por mil.
         A los pollos criados industrialmente también se los mantiene
encerrados en jaulas y se les da alimento denaturalizado y contaminado con antibióticos, hormonas y pesticidas. Los médicos chinos siempre han recomendado los (pollo de tierra) como la única fuente alimenticia de carne de pollo y de huevos. Llamados <pollos de corral> en Occidente, estos pollos corren libremente por la granja, se alimentan de la vegetación silvestre, insectos y gusanos, respiran aire fresco y hacen ejercicio.
         La mejor elección a la hora de escoger la carne para el consumo doméstico es el cordero. El ganado bovino suele pastar en campo abierto, al sol y al aire libre y normalmente no se le contamina con fármacos. El cordero es la fuente más rica de carnitina, aminoácido necesario para llevar la grasa a las células para ser metabolizada. El cordero siempre ha sido la carne preferida en las regiones de Oriente Medio, Mediterráneo e Himalaya, en donde la arteriosclerosis y las enfermedades cardiacas nunca han sido un problema importante. Incluso mejor que el cordero son los animales de caza que viven en Libertad, como el ciervo, el alce, el faisán, la codorniz, aunque hoy en día es difícil encontrar estos productos de caza.

         La carne roja ha de consumirse siempre lo menos hecha posible, y con preferencia acompañada de rábanos picantes o mostaza, que estimulan el hígado y la vesícula biliar para que secreten los jugos necesarios para descomponer las proteínas y grasas. La raíz fresca de jengibre ayuda a la digestión de la carne.






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